24 mayo 2009

Encuentro en Soledad


Una noche fría, un cigarrillo en mi mano y no muchas expectativas para las horas venideras.
Como venía siendo costumbre en mis noches desde ya hace algún tiempo, había asumido que esa jornada iba a ser una solitaria. Por razones que aún no he llegado a comprender, últimamente me atrae más mi propia soledad, que la compañía de quien fuere.
Pues, entonces, fue una sorpresa cuando él me saludó. Entre las infinitas posibilidades que tenía ante sus ojos, entre toda aquella multitud, me eligió a mi. No sé porqué le contesté, pero lo hice. Parecía un tipo interesante y, pregunta tras pregunta, con Jorge Drexler tocando de fondo, sin si quiera darme cuenta, le fui develando mi historia. 
Le narré mi infancia, mis aventuras de niña en un pequeño pueblo perdido, los paseos en bicicleta por la plaza y como todo terminó de la noche a la mañana. Hablé sobre la vida en la capital, los pequeños detalles y los grandes hitos. Quiso saber acerca de mis dolores y mis alegrias, mi familia y mi mundo, mis sueños y frustraciones. Se lo dije todo. Lo escuchó todo.
También él me confidenció su alma. Como narrador por años privado de papel y tinta, me reveló cada historia que valía la pena contar e, incluso, aquellas de las que hubiera podido prescindir. Exclamó y susurró. Me llenó de sus propias experiencias y compartió conmigo sus ilusiones más profundas. Durante horas, que se hicieron minutos, plasmó su propia filosofía y fuimos cómplices en ideales durante toda aquella breve noche de invierno. 
Sabíamos que sólo así podía ocurrir un encuentro como el nuestro. El entorno permitía mostrarse honestamente y sin tapujos, confiando que quien respondía hacía exáctamente lo mismo... qué sensación de realidad tan lejana e intangible.

Junto con los pequeños haces de luz que se colaban por alguna parte, encendí el cigarrillo con el que perdí la cuenta de lo fumado. Comenzaba a amanecer y parecía que ya era hora de la despedida. Sabíamos que eso iba a ser todo, pero esa certeza, más que pena, inspiraba libertad. Dijimos adios y así terminó aquel encuentro, inesperado, pero gratamente recibido.

Cerré la ventana de mi encuentro furtivo, apagué el computador y me tapé hasta las orejas con mi cobertor de plumas. Cerré los ojos para dejarme ir y, mientras entraba en el anhelado mundo de los sueños, me preguntaba si seré la única que encuentra alegría en la propia soledad... y si eso estará bien.


13 mayo 2009

Mejor Prevenir Que Curar


Noche de viernes.
Usualmente tendría listo un baño con sales marinas y una buena película de estreno en el velador. Después de una semana de arduo trabajo, me merezco unas horas de relajo.
Pero esta noche el baño y la película tendrán que esperar. Gracias al efecto de unos cuantos mojitos, protagonistas de los after office con mis amigas, acepté salir con un osado especimen que me dedicó horas de atención y todo su armamento de conquista. El hombre se lo merecía. 
Ahora me ha tocado a mi el esfuerzo. Me he lavado y alisado el cabello, he seleccionado la tenida perfecta: pantalones ajustados, tacones altos, y aquella polera que siempre me gusta como me queda (todas tenemos alguna regalona en el armario). Ya estoy vestida, maquillada y perfumada... lista para una nueva aventura.
Tiene 15 minutos de atraso... bueno, un tiempo razonable, me digo. Me siento en la cama, prendo el televisor y me apoyo en el respaldo con los brazos cruzados.
Se van a cumplir los 25, mi paciencia se está acabando... entonces suena el celular.
Contesto con voz dulce, haciendo mi mejor esfuerzo por ocultar mi disgusto...

-¿Aló?
-¡Estoy abajo!... tut tut tut
-???

Miro el celular incrédula ... ¿me acaba de cortar?... ¡Sí!
Me quedo en silencio, oliendo a vainilla de Victoria Secret y viendo mi rostro maquillado en el espejo, me pregunto si estaré loca por esperar que baje del auto y me venga a buscar a la puerta.
Después de unos cuantos minutos de análisis crítico de la situación, tomo mi celular y marco su número.

-¿Aló?... ¿Qué pasa?... Estoy abajo.
-Sí, hola... Lo siento, pero he decidido no salir contigo... estoy esperando algo mejor... tut tut tut
-??? (Supongo)

El baño caliente de sales marinas y la película de estreno, nunca me habían parecido mejor...


06 mayo 2009

Aventura Color Rojo Carmesí


Nos sentamos en una pequeña mesa en la terraza del restaurant.
Eran las dos de la tarde y los generosos rayos de sol aplacaban el frío, que ya está empezando a ser protagonista en la ciudad. 
Mientras hojeábamos el suculento menú, comentábamos el mucho tiempo que había pasado desde la última vez que nos vimos. Había mucho que contar, pero aún no me imaginaba todo lo que había cambiado la vida de mi querida amiga.

Lo conocí hace poco más de un año. Todo comenzó con coqueteos inocentes y miradas furtivas. Creí que no iba a ir más allá de eso... una aventura platónica que hiciera más interesantes los largos días en la oficina. Era emocionante. Comencé a maquillarme más en las mañanas y hasta me compré un lapiz labial rojo carmesí.
Yo sabía que estaba casado, ¿pero qué tenía de malo un poco de fantasía?
Pasaron las semanas y él se fue acercando cada vez más. Las miradas furtivas ya eran roces casi evidentes, y los coqueteos inocentes pasaron a ser abiertas invitaciones para encuentros clandestinos. Yo me negué. Te juro que me negué.
Pero un día ya no pude más. Un día acepté.
Fuimos a un local nocturno y entre los pisco sour, la música sugerente y el anonimato, él se permitió ser infiel, y yo no lo detuve. Así dejé de ser la aventura platónica y me convertí en la aventura, a secas.
Nos enamoramos amiga. No lo pudimos evitar. Su matrimonio ya estaba mal, él ya pensaba en dejarla. Me cuenta que ella era muy exigente, lo ahogaba, lo reprendía casi a diario. Claro que a él le gustaba mucho la noche y las fiestas, por eso su mujer le reclamaba abandono... conmigo es diferente por supuesto.
Ahora que la dejó estamos pensando en ir a vivir juntos, aunque él quiere tomarse las cosas con calma. Te lo quería presentar, pero no me contestó el celular cuando lo llamé por la mañana... ha de haber estado en la ducha, ya me llamará. No me gusta presionarlo, pues ya me ha dicho que no quiere otra mujer como su ex, así que no me queda más que aceptarlo. ¡El otro día se enfadó tanto! Yo me había molestado porque me dejó plantada para una cita. Se le había olvidado, a cualquiera le puede pasar no? Yo exageré.
Me pregunto dónde estará que no ha llamado... 

Ya eran más de las tres. Pedimos la cuenta. Mientras esperábamos en silencio, yo pensaba que nunca quería estar así de ciega... y ella comenzó a preguntarse si su novio tendría otras aventuras "platónicas". 


02 mayo 2009

Relato FM


104.1... compro, sexo vendo, sexo arriendo, sexo, sexo, se... 107.2... to the paradaise city where the grass is green and the girls are... 89.3... casos confirmados de influenza H1N1 en el mundo... 95.2...

...Hace siete años me quedé en la calle.
Me había casado muy joven, cuando aún piensas que las mariposas en el estómago y los sueños de una vida feliz, bastan para el amor.
Sí, me casé enamorada. O por lo menos eso pensaba. Vestido blanco, iglesia, fiesta para 300 personas; todo pagado por mi padre por supuesto; un sueño de matrimonio. Estaba en las nubes, todo estaba saliendo justo como lo había imaginado desde niña. Casi sentía que era demasiado perfecto para ser verdad. Y entonces la luna de miel.
Ya era el segundo día en un lugar paradisíaco y, como recién casados, no habíamos salido de la habitación, a lo que yo no había manifestado objeción alguna por supuesto. Hasta que ya se hacía tarde y quise salir a dar una vuelta. Él no quería, yo insistí. Él se puso de mal humor, como era habitual, por lo que no me sorprendí. Sólo lo ignoré como solía hacerlo siempre cuando adoptaba esa actitud. Me vestí rápidamente, me arreglé un poco, sin perder la alegría del momento, y me dispuse a salir. Pero cuando alcanzaba casi la puerta, él me tomó fuerte del brazo y me arrojó a la cama con violencia. "No vas a ninguna parte, quítate la ropa". Esto no es sólo mal humor, pensé... Nunca más volvió a ser sólo mal humor.
Imposible describir esos años sin caer en clichés, por lo que basta decir que viví todo el calvario que significa estar casada con un abusador. Quien solía ser un amante cariñoso, un compañero fiel, el amor de mi vida... me causó más dolor del que puedo llegar a relatar. Y, negándome a la idea de renunciar al ideal que alguna vez soñé, me quedé... por años, me quedé.
Hasta que un día, hace 7 años, lo dejé todo. Saqué fuerzas de flaqueza, tomé mi bolso, la foto de mis padres que conservaba en la sala de estar, una maleta (con un pantalón, tres poleras, un par de zapatos y el dejo de dignidad que me quedaba), y me marché. Nunca volví a mirar atrás.
¿Qué por qué lo cuento? Pues, porque hay tantas que no saben que de la calle una se recupera, de la infelicidad, ¡jamás!

Apagué el motor del auto y me bajé luciendo una enorme sonrisa en mi rostro... Sí, hoy me declaro, Felizmente Mujer.


20 abril 2009

Un Año Más Que Se Va...


El tiempo pasa. Inexorablemente, pasa. Y pasan las horas, pasan los días, pasan los años.
Hoy es un año más... como todos los días la verdad... es sólo que hoy, a diferencia de los otros 364 días del año, todos me lo recuerdan.
Aunque cuando abrí los ojos por la mañana parecía un día como cualquier otro... los zapatos tirados en el piso, la botella de agua a medio beber en el velador y Minina (mi adorada gata) durmiendo en los pies de la cama... el resto del mundo me decía a gritos que hoy tenía que ser especial. Y como no quiero llevarle la contra al mundo (la experiencia me dice que siempre es uno el que sale perdiendo), me levanté con una gran sonrisa en los labios y la mejor disposición para dar gracias a todo aquel que me recordara que hoy tengo un año más. Pensé que quizás si parezco feliz de cumplir años, en un par de horas más realmente lo esté. Algo ilusa, pero mejor optimista que derrotista, ¿o no?
Bueno, me levanté, me duché (mientras agradecía que todo está aún donde corresponde, ¡gracias al cielo!) y comenzó el festival de llamados, mensajes, mails... toda vía de saludo que la tecnología permita. Y entre cada uno de ellos me preguntaba porqué me sentía tan miserable.
¿Es acaso porque pasan los años y sigo soltera? ¿Será porque no me estoy haciendo más joven y aún no estoy haciendo lo que realmente quiero? ¿A este paso cuándo voy a tener hijos? ¿Estoy atrasada? mmm ¿Todas las anteriores? ¡Agotador! Como dijo Mafalda, ¡que pare el mundo que me quiero bajar!
Logré mantener mis divagaciones depresivas al margen y continuar con el día y los preparativos de celebración (¡sí, lo celebré! hay que cumplir con el rito completo, si no no vale). A las 10 de la noche ya estaba instalada con amigas cercanas y mi hermana en un bar... en mi mano el mojito más necesario de la historia. 
Amigos, conversación, regalitos (¡absolutamente innegable, la mejor parte del cumpleaños!), trago, cigarrillo... el contexto ideal para olvidar los cuestionamientos existenciales detonados por el reloj biológico. Y, junto con mi paz mental, llegó el pastel de cumpleaños, 27 velas encendidas, el cumpleaños feliz comenzó a sonar y, mientras soplaba las velas sin olvidar mis tres deseos, por primera vez en el día me sonrió el alma, pues ahí, rodeada de amigos y familia, supe que estaba justo donde tenía que estar... 
¿Lo que me falta? Ya llegará.

13 abril 2009

El AutoGol (cap. II y final)


Tacones altos, brillo en los labios, sombra en los ojos, perfume en los lugares indicados. 
La noche estaba cálida, la converzación fluida y las risas fáciles. Los silencios eran cómodos y los roces electrizantes. Todo gritaba éxito en la cancha.
Fueron horas en un pequeño bar. El techo bajo, construcción de madera y la luz de las velas, hacían de este lugar un oasis en el centro de la ciudad. Perfecto.
Iba todo como había esperado... a pesar de saber que en unas horas más estaría entrando a jugar, el entretiempo me estaba pareciendo de lo más entretenido. 
Marcelo estaba encantador, el ron absolutamente sabroso, y Yellow ledbetter, de Pearl Jam, hacía de complemento ideal (¡gracias Ceci!).
Ya eran las 2.30 de la mañana. La hora decisiva entre tomarse un ron más y perder la conciencia, o retirarse a ver si mejor se pierde la cordura. Elegimos lo segundo. 
Ya en el auto, el silencio de estar solos y la falta del cautivador ambiente del pequeño bar, causó algo de distancia... "normal supongo", me dije, mal que mal, a pesar de ser amigos, pocas veces habíamos estado solos. Él también lo percibió. Y, parados en una luz roja, decidió ocuparse del problema con un beso que hizo que los autos de atrás comenzaran a tocar la bocina... ya habían dado la verde. Asunto resuelto. 
Llegamos a su casa entre risas, besos y caricias. Dos amigos jugando a ser amantes... pocas veces un juego me había parecido tan cautivador. Entramos a su pieza como pudimos. Mientras, cuatro veloces manos desvestían a voluntad.
Sonó el pitazo, el balón se puso en movimiento, y yo ya estaba en la cancha, no había vuelta atrás. Los primeros minutos auguraban una victoria aplastante.
Todo iba bien, la temperatura alta, la velocidad incitante y los movimientos rítmicos. Ya no había nada más que sacar, ni nada más que esperar, ese era el momento... 1 minuto y medio más tarde, el "momento" había terminado. 
Ninguna explicación, ningún gesto de insatisfacción. Al parecer, para Marcelo, eso es el partido... diez minutos después (en los que me quedé inmóvil tratando de entender qué había pasado) se da vuelta, me mira a los ojos, me acaricia la cara, y con una dulce voz de hombre agotado me dice:"Linda, mañana madrugo, ¿te importaría si te llamo un taxi?".
Sí... entré a la cancha, jugué y perdí... pero nada tengo que culpar al árbitro ni al equipo contrario... esta vez fue un autogol. Mmm... parece que Ceci no tenía tanta razón... aún no estoy lista para volver a las canchas.


06 abril 2009

PreCalentando (cap.I)


"¡Tienes que volver a las canchas!"... fue la frase cúlmine del discurso de mi amiga Ceci. Con la mejor de las intensiones, lo sé, pasó horas alentándome para que abandonara mi período de invernación (aunque aún los termómetros marcan 30º). Y es que desde que retorné a la soltería mi mejor amigo es mi distribuidor de películas, mi noche más larga termina a la medianoche, cual cenicienta, y el contacto más cercano con el sexo opuesto ha sido el diario apretujón entre la multitud del metro.
Después de ese tremendo lavado de cerebro, y con un par de mojitos en el cuerpo, me fui a mi casa pensando que quizás Ceci tenía razón... un par de meses de luto ya era suficiente. En eso estaba, cuando sonó el teléfono... "Marcelo llamando", tintineaba en la pantalla del celular.

Pequeño raconto... con Marcelo hemos sido amigos por más de 10 años. Nos vemos regularmente en cumpleaños y fiestas varias, nos tenemos cariño, somos amigos... aunque no está de más decir que tiene un cuerpo como esculpido a mano. Bueno... y que hemos compartido algunos besos casuales.

Después de unos minutos de la innecesaria, pero habitual, conversación vanal... cómo va el trabajo, que caluroso ha estado marzo, y estupideces por el estilo, finalmente él disipó la nebulosa que levantó con su repentino llamado. Resultó que Marcelo llamaba para invitarme a salir. Justo cuando estaba pensando en pararme de la banca, el entrenador me llamó a calentar.
La casualidad, o el destino para el que prefiera, le estaba dando la razón a mi querida Ceci... quizás es hora de volver a las canchas.

25 marzo 2009

Esto Recién Comienza


Hacía mucho tiempo que él ya no me hacía feliz.
Esa noche, después de meses, pesó más la inconformidad de una relación dañina, que la necesidad de estar con él, de no fracasar nuevamente. 
Se lo dije.
Entré a su departamente con la certeza de que sería la última vez. Cuando se sabe que cada momento es el último, hasta la ropa tirada en el suelo, los platos sucios en la cocina y el cenicero copado, tienen tintes de nostalgia. Y pensar que tantas veces me hicieron hervir en rabia. Entonces, me daban ganas de llorar.
Me senté en su cama. Mi vista recorrió su pieza. Fotos del primer aniversario, el peluche que le regalé cuando cumplimos un mes, su polera que ya era mi pijama favorito, las sábanas entre las que hicimos el amor por primera vez... ¿Es tanta la inconformidad?... Sí.
Se lo dije.
Creo que él ya lo sabía, pero de todas maneras se lo dije. Tenía que decirlo. Mientras las ganas de abrazarlo me carcomían y las lágrimas venían a recordarme que me dolía dejarlo, lo hice. ¡Hay Dios mío que me dolía!... pero lo hice. 
No sé cuánto tiempo habrá transcurrido... palabras, abrazos, gritos, besos. Finalmente él, ya teniendo poco que perder, me acusó de ser demasiado exigente... "no vas a encontrar lo que estás buscando porque quieres a un hombre perfecto". 
Lo miré entre sollozos y sonreí. Apagué el último cigarrillo en el cenicero copado. Tomé mis cosas y me levanté. Caminé hacia la salida de la pieza mientras él permanecía quieto, como sabiendo que cualquier movimiento desataría su calvario. Ya en el umbral de la puerta, me detuve. Miré atrás por última vez... "se ha terminado", pensé.

Hoy, ya lejos, resuenan en mí sus últimas palabras... y vivo tranquila sabiendo que no me conformé. ¡Nunca me voy a conformar! Para mediocridades que se queden otros. Yo? Yo lo quiero todo y más. ¿Qué tiene de malo aspirar a la perfección? 
Sé que lo voy a lograr... simplemente porque estoy dispuesta a esperar.
"Esto recién comienza"... pienso.